Viaje fin de curso Instituto Joaquín Romero Murube - "Ancha es Castilla"
por
Curro Begines
23 de mayo de 2013,
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Momentos del Viaje Fin de Curso 2013: “Ancha es Castilla
En Santo Tomé.
Fue nuestra primera tarde. Tras cruzar el Tajo por el Puente de San Martín realizamos la primera visita a San Juan de los Reyes. La visión de su claustro perteneciente al gótico de transición les impactó. A continuación ascendimos por calles empedradas de la vieja judería, dejando a un lado las sinagogas de Santa María la Blanca y del Tránsito, para recalar finalmente ante la Iglesia de Santo Tomé, parada obligatoria. Allí, ante el cuadro “El entierro del Conde de Orgaz” Conso nos ofreció, con su tono suave y dominador, su primera clase magistral. Realizó una pequeña semblanza de su autor El Greco, de su estancia en Italia, donde bebió en la Escuela Veneciana de Tiziano y Tintoretto y del manierismo de Miguel Ángel. Pero sería en Toledo, la ciudad del Tajo, donde el pintor adquiriría ese estilo único de las figuras alargadas, y de colores fríos apropiados para plasmar sus visiones místicas u oníricas. Se convertiría en “el pintor de las formas que vuelan”, en palabras de Eugenio D´Ors.
Nos comentó que en la parte inferior se sitúa el cadáver del Conde de Orgaz ataviado con armadura milanesa, entre los brazos de San Agustín y San Esteban que han descendido del Cielo para colocar su cuerpo en la sepultura; y la superior o rompimiento de gloria, donde el Todopoderoso recibe el alma de don Gonzalo, y sirviéndole de intercesores la Virgen y el Bautista. La técnica de la parte baja contrasta con los violentos escorzados ángeles de la de arriba. Finalmente nuestra guía hace que nuestras miradas se dirijan hacia El Greco, que se autorretrata, y nos invita a entrar en el misterio que contemplan nuestros ojos; también a su hijo que con mano infantil señala el personaje central, el Conde de Orgaz.
La clase se desarrolló con un alumnado que mostró el mayor interés y respeto. Tan ensimismados estábamos con sus palabras, que no percibimos que detrás de nosotros se había colocado un escuadrón de jóvenes cadetes de la Academia de Infantería, acompañados de su capellán castrense, y que con el mayor respeto participó de la misma. Nuestro Romero Murube, aquella tarde, lo habíamos trasladado a la Toledo Imperial.
En el Alcázar toledano.
En nuestro segundo día de estancia en Toledo nuestra primera visita matinal fue para la Catedral Primada; la del Transparente, la de la Custodia de Arfe, la de la sillería del coro de Alonso Berruguete, la de la Capilla del Condestable Álvaro de Luna con rejas de Villalpando, la del Expolio del Greco, la de la doble girola ...Cuando los guías nos reconocen como sevillanos nos comentan: “ Ustedes tienen la caja, nosotros la alhaja” “Nosotros la joya, ustedes el joyero”. Tienen celos fundados de nuestra Magna Hispalense.
Por fin entramos en la inmensa mole del Alcázar, hoy Museo del Ejército, obra renacentista de Alonso de Covarrubias. En su enorme patio de doble arcada el que suscribe impartió su clase de historia, ante la mirada atenta de soldados de ingenieros. Curro recordó que aquellos muros y torreones fueron testigo de una de las páginas más dolorosas de nuestra reciente historia. En aquel lugar se produjo el enfrentamiento de las dos Españas. Les comenté que un antepasado de una de nuestras alumnas, María Luisa Troncoso Moreno, vivió como soldado el famoso asedio. Les recordé las palabras de don Manuel Azaña, Jefe de Estado de la II República, cuando la guerra incivil-como la llamó Miguel de Unamuno- tocaba a su fin:” La obligación, sobre todo de los que padecen la guerra... sacar la lección y del escarmiento el mayor bien posible y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones...si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia, con el odio y con el apetito de la destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección: la de esos hombres que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora abrigados en la tierra materna, ya no tiene odio, ya no tienen rencor y nos envían con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón”.
En la Cartuja de Miraflores.
Nuestra expedición arribó a Burgos, a su Cartuja de Miraflores, bajo un encapotado cielo gris que regalaba una suave llovizna, pero tan fría, que hizo sufrir a nuestros cuerpos sureños. La entrada fue gratuita; pero a tanta generosidad le correspondimos con una excelente propina que el educado cartujo agradeció.
Accedimos al templo, de una sola nave , de gótico isabelino. Se trata de una capilla funeraria, donde prima el contenido sobre el continente. Le correspondió a nuestro alumno Manuel Mansilla, autor del trabajo recogido en nuestro libro de viaje, impartir la clase. Con voz clara, sin nervios, con mesura, con un auditorio entregado y respetuoso habló primero de los sepulcros reales obras de Gil de Siloé en piedra de alabastro. En el centro, con forma de estrella de ocho puntas el de Juan II de Castilla, de la Casa de Trastamara, e Isabel de Portugal realizados por encargo de su hija Isabel la Católica ; al igual que el de su hermano el infante Alfonso, orante bajo arco solio. Ambos son joyas de la escultura del gótico tardío. A continuación describió el retablo mayor de madera, tallado por Gil de Siloé y policromado por Diego de la Cruz. Antes de salir pudimos visionar, en capilla lateral, un San Bruno de Manuel Pereira.
En la Catedral de Burgos.
Tras el yantar correspondiente, visitamos la Catedral, de tres naves , girola, triforios y claristorios. Sobre el crucero se levanta el cimborrio de Juan de Vallejo y bajo él la tumba de Rodrigo Díaz de Vivar” El Cid Campeador” y su esposa Doña Jimena. A nuestra compañera Ecarni Caballero, profesora de Lengua Castellana y Literatura le correspondió impartir la clase. Estábamos solos, la catedral entera para nosotros. Ella nos habló de la conciencia lingüística, de como el pueblo llano repetía los romances cruciales de sus batallas y afrentas. Tomaba de esas largas tiradas de versos, como si de un estribillo se tratara, los momentos más heroicos del personaje Mío Cid y los hacía propios. Desmenuzó el origen del castellano fundamentándose en que nuestra lengua evolucionó del primitivo latín al antiguo castellano gracias a la gente del pueblo que, aunque carente de formación, no dejó pasar las hazañas narradas en verso cantadas por los juglares en las plazas mayores. Y que gracias a un escritor anónimo, valga la redundancia, los filólogos actuales pueden seguir estudiando la evolución de nuestro “español” actual. Toda lengua necesita de un testimonio literario “ por escrito” que la avale. Uno de esos escritos es el Cantar de Mío Cid.
Encarni con enorme erudición aprovechó la clase para defender a su viejo profesor, ya jubilado, Don Miguel Ropero Núñez, para el que la lengua estándar no existe en la oralidad. Que la lengua andaluza, con la que los allí presentes se expresan es hija de su lengua materna, que por repetición ha ido hablando desde niño. Que nuestros alumnos palaciegos no deben tener complejos de su forma de hablar. Que podemos decir que tenemos buena conciencia lingüística y de que nuestro español es el mismo del Cantar de Mío Cid, aunque nuestra oralidad sea distinta a la de un vallisoletano. Nuestra lengua palaciega no es un dialecto, sino fruto de una evolución y un entorno, que gracias a los estudios de Don Miguel Ropero entra en las “hablas andaluzas”.
Para nuestra joven profesora el avance de nuestra lengua está en dejarla fluir, crecer y manifestarse sin trabas ni complejos, desde la tranquilidad que ofrece el ser un hablante de español con buena conciencia lingüística.
Y habló, como siempre habla, tan justo y tan mesurado:
“¡Bendito seas, Dios mío, Padre que estás en lo alto!
Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados”.
El Cantar de Mío Cid.
En el Monasterio de Santo Domingo de Silos.
Silos fue para nosotros el culmen de nuestro periplo. Llegamos al Monasterio por carreteras angostas y bellos desfiladeros. El citado, hoy abadía benedictina, se haya ubicado en el paraje conocido como Valle de Tabladillo.
Mañana lluviosa, de agua “menuíta”. Tras cruzar la pequeña aldea, con numerosas casas de tapiales arruinados que dejaban ver oscuros mechinales, llegamos ante el Monasterio. Un viejo lavadero sirvió a nuestros alumnos en tiempo de espera. Por fin entramos en su claustro, bajo la dirección de una guía, obra maestra del románico español. El citado nos impactó. Un sentimiento de espiritualidad nos embargó. El tiempo se paró. La decoración de los capiteles del claustro bajo, así como los relieves ornamentales de las caras interiores de las cuatro pilastras que forman los ángulos de la galería nos sobrecogió. En los primeros, relieves vegetales, animales, escenas historiadas, dragones, centauros, sirenas, avisperos de sabor mozárabe..., en las segundas, escenas en altorrelieve de la Ascensión, Pentecostés, el Descendimiento., el Sepulcro, los discípulos de Emaús, la duda de Santo Tomás, la Anunciación de María y el Árbol de Jessé. Todas ellas Biblias en piedra para ser contadas.
Llegó el momento cumbre de nuestra visita. Sería nuestro alumno Alejandro Ignacio Ortiz, desde su alta estatura y con voz grave recitó, acompañado por las notas musicales del canto gregoriano, para admiración de los nuestros y de todos los turistas que allí se encontraban el famoso soneto de Gerardo Diego “ El ciprés de Silos”:
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño....